Nunca los pinos despidieron de si,
tan exuberante fragancia;
como cuando teniendo tus manos
entre las mías,
pude escuchar en un susurro a tus ojos....
que por primera vez
me hablaban de amor.
O indiferentes tus labios,
con un leve temblor a ti te delataban;
pareciendo querer fundirse temerosos,
junto a los míos....
con aquella tierna gracia,
que el colibrí, le hace a una flor.
La tarde se iba como un suspiro,
cual tú estuviste alguna vez entre mis brazos,
Magdalena;
pero a ese ocaso como a ti,
jamás ni nunca los podré olvidar.
Como tampoco podré borrar de mi alma,
aquellos dos pequeños camanances
que nacían a la par de tus mejillas;
embelleciendo aún más tus labios,
cuando tímida me regalabas....
una tierna sonrisa de amor.
Pero tuve que dejarte ir ese día;
como los pétalos de este crisantemo,
abandonan al compás de un imaginario viento,
mis ateridas manos, e igual mi corazón;
o la espuma que se forma embravecida, bajo mis pies,
en un arroyo cristalino, donde ahogué
de una vez y para siempre, toda mi alegría;
al decirte alguna vez....adiós.
Porque quiero que seas feliz,
aunque sea una vez, y toda tu vida....Magdalena;
y quizás en mi no exista más ya ese hombre....
y tú te transformes, tan solo en un dulce sueño,
que emane de mi más íntima ilusión.
Quince veces, mi rodilla al piso doble;
para tratar de decirte en una palabra .... Te amo.
Más
en todas y cada una de ellas,
al final, se me quebró la voz...
¡Maldito de mi!
Que a la soledad eterna ahora me condeno;
porque al final descubrí, que jamás aprendí a amar;
♞
Sir Galahanth
<Autor>
*Inspirado en la vida de Don Antonio Nariño,
libertador de Cundinamarca;
y su carta de amor a Magdalena*
*Derechos Reservados*
Silvia Regina Cossío Cámara
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